jueves, 25 de junio de 2015

Magia o esperanza ?....






Cada palabra que recibo de su boca parece un pedacito de cielo, cada vez me enamoro más como si no hubiera un límite para ello, en realidad no lo hay.
Me emborracha el alma, ya estoy tan embriagada que no pienso ni escucho con sensatez… ya nada es claro. Ya no tengo el control… y de hecho no es de mi preocupación haberlo perdido.
Así perdida me siento plena, me siento vulnerable y llena de susceptibilidad a cualquier señal o gesto que envíes por mí.
Se alzan los mares a la luz de la luna que es tuya y mía que siempre fue tan  nuestra.
Eres el mayor vicio,  el cual he cometido como  un pecado, como un adicto, sin remordimientos. Mi fruta prohibida, soy la serpiente que envolvió ese deseo en ti y en mí. Como enredadera me colgué trepando a tu pecho, me fui enroscando a tu cuerpo, para que me lleves en tus pasos.
Siempre imaginé con un amor de cuentos, con vivir la novela de amor, más temeraria, romántica y arriesgada de todos los tiempos, que apuesta alta tenía una criatura ingenua como yo en mente. Tal vez no nací en la época, donde  el noble metal de las espadas decidían el destino de nuestras almas… pero debo admitir sin dudas que gracias a todos esos enaltecidos deseos. Y a mí perseverante testarudez, mí infantil sueño se hizo realidad, abrió caminos y puertas ocultas del universo.
Nos unimos en un solo momento eterno, creamos mas que un lazo un lenguaje unico y diferente.
La magia se cree extinta, pero quien dice que el amor  no será los rastros de  esperanza que en un lugar yace brotando como un manantial de fuegos artificiales. Porque así destella mi corazón al tocarse con el tuyo.
Y te encontré ahí, cuando no te esperaba. Y tú estabas al igual que yo moviendo tu mundo para encontrar esa aventura.
Y  a pesar de que siempre entre nosotros hay un adiós, hay muchas formas de despedirse, dando la mano, dando la espalda, nombrando fechas con voz de olvido, moviendo un ramo ya deshojado, por suerte a veces queda un abrazo, dos utopías, medio consuelo, una confianza que sobrevive, esa esperanza y entonces ahí viene el triste adiós, que dice que ojalá vuelvas.
Pero aun así si tu no vuelves yo iré por ti. Y si con todo ello no logro encontrarte a la mitad del cielo, te amare de todas las maneras que uno puede hacerlo, te convertirás en el gozo sencillo de mis días, desde  la miel en mi boca y las risas de los niños… estarás ahí tan presente como la calidez del sol sobre mi piel.
Y el adiós es un extraño compañero, porque sigue aquí surfeando este mar de estrellas conmigo a 4000 kilómetros  de distancia. Este es tu adiós yo te lo he guardado, madura cada día, con cada florecer de los cerezos y con cada otoño que deshojan.
Nada se detiene, ni yo me olvido, ni mi corazón incesante de anhelos.
Exprimo nuestras vivencias y no las dejo quedarse en el pasado, hago que me acompañen en mi camino, por nuestros astros, que nos guían, ellos  y nadie como ellos que son  el verdugo de la existencia, creo en su ambiciosa justicia.
Aun así no puedo avanzar contigo o con este pensamiento, porque te deseo a cada instante.
Te amo pero no luchare contra nuestro escritos destinados a ser o no. Seguiré disfrutando de tu recuerdo, del nuestro que seguirá alterándome.

Estarás ahí para cuando mis arrugas delaten un cuerpo anciano, seguirás amándome cuando ya no tenga la radiante belleza de la juventud.
Por mi amor que es lo único que poseo. Deseo que estés a mi lado para seguir estas huellas, por el atávico camino de la fortuna, vívelo conmigo, a mi lado, en mi mente, en mi corazón y en mis poesías.
Sigue mis rastros, mi polvo de inocencia, la magia que se ha desprendido con los años… está ahí como la estela de un barco navegando por corrientes tormentosas y a veces calmas. Encuéntralo.
Bésame antes de irte, llevo ese traje rosa y blanco que te enloquecía. Con encaje  y enaguas enganchado en el porta ligas. Llevo una taza de café esta mañana entre las manos y he escuchado un par de murmullos de los vecinos, despertando, escribo unas líneas en mi cuadernillo y sobre mi velador hay un gatito de cerámica que recordaras. Tiene tus ojos guardados y tu voz.
Ven a decirme que no lo olvidaras. Ven , mírame y dime que no extrañaras mi estruendosa risa en la madrugada ni mis manos tocando tu espalda.
Cuando tu voz susurre esas palabras, ¿Quién ha visto el viento? Ni tú ni yo lo hemos visto, pero el viento sopla, y hace que tiemblen las hojas. Quién lo ha visto, ni tu ni yo pero él está.
Y entre tú, el viento y mi amor… La Fe  

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